Probamos el chocolate de Melate y, más gordos y felices, le contamos cómo nos fue. 
n medio de una eterna primavera, en un rincón de Medellín late el aroma y el sabor del chocolate, un lugar en el que se vive la experiencia más dulce del mundo. Como lo señala Verónica Rendón, gerente y creadora de Melate Chocolate, esta es una chocolatería que posee el sello –y bien grande– de talento y verraquera 100% colombiana.
Adictos al chocolate hay muchos. Agatha Christie consumía grandes cantidades de chocolate para solucionar de manera magistral y memorable las historias que escribía. Moctezuma, el emperador azteca, realizaba un mágico y amoroso ritual haciendo beber un chocolate a sus mujeres para anticiparse a sus deseos y demandas afectivas. Casanova, el amante legendario, compartía un bombón de chocolate con las damas asistentes a sus festines para conquistarlas. Y la reina María Antonieta organizaba fiestas llamadas “Chocolat du roi” para conocer secreta y anticipadamente las oscuras intenciones de su corte. Ellos se convirtieron en la inspiración para crear este recinto dedicado al chocolate, que abrió sus puertas desde noviembre de 2010 con la intención de ofrecer, además de productos, un espacio meloso, lleno de corazones y de olores dulces para toda ocasión; por eso, si usted es medio amargado, ir a Melate Chocolate lo hará sentirse como en casa de la abuela: aquí lo consienten, lo llenan de mimos y lo sacan un poco más gordito.
Así como el fútbol o la música significan una pasión que consagra miles de adeptos alrededor del mundo en escenarios y estadios, Verónica vio en el chocolate la oportunidad de negocio (y pasión), para acercar a través de la dulzura y el deleite de esta sustancia a las personas, una forma de celebración y de convivencia con los demás en todo momento. Por eso, desde el comienzo, la marca y la tienda, se tejieron alrededor de un componente muy mítico, porque el chocolate está asociado a historias que han sido la fuente de creación para los productos que ofrecen; desde las más deliciosas y adornadas tortas, hasta las pequeñas y sustanciosas trufas, pasando por los más exquisitos cocteles.
Y como pasa con las ideas, este negocio también rompe paradigmas: los clientes más fieles y frecuentes son los hombres. Como Lucas, que va todos los días después de almuerzo a tomar té con galleta de avena de chocolate y hace la siesta en el sofá más grande del lugar. O como Germán, que también frecuenta el lugar con su perro para tomarse un chocolate. Ellos hacen que la receta de esta familia chocolatera esté completa. Por eso, Melate Chocolate espera a los habitantes y visitantes de Medellín con una taza grande de chocolate caliente –con muchos masmelos–, para que el que quiera se convierta en chocohólico y, si se lo propone, pueda aumentar la talla del pantalón.
