Retratos íntimos

Reconocido como uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX en Colombia, la Biblioteca Luis Ángel Arango inauguró una exposición en su honor: Hernán Díaz revelado: retratos, sesiones y hojas de contactos.

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a fotografía en Colombia ha tenido que luchar para ser reconocida como un arte y apenas distinguimos a oídas nombres como Sady González, Fernell Franco o Manuel H. Pero más allá de la foto noticiosa que tanto marcó al oficio, se encuentra el retratista Hernán Díaz, que capturó en su lente a muchos de los protagonistas del siglo pasado. Y no hablamos de los de afuera –de quienes a veces parecemos saber más– sino esos de la tierrita que desde el arte o la política hicieron nuestra historia.

Desde Carlos Lleras Restrepo y Camilo Torres, hasta Gonzalo Arango o Beatriz González, Díaz no esperó a que alguien señalara su objetivo sino que, con alma de catador, descubrió en las mentes y talleres de sus personajes el escenario ideal, uno en el que solo valía la admiración y la intimidad.

Rafael Moure fue compañero y colega de Hernán por más de cincuenta años. Se conocieron cuando Rafael vino a estudiar a Bogotá y su tío, el escultor Eduardo Ramírez, se lo presentó en un almuerzo; desde ese momento fueron inseparables. “Nunca dijimos qué foto era de quién, a mí nunca me interesó aclarar eso. Él era mucho más creativo que yo, millas por delante y, a la larga fuimos, uno solo…”, afirma Moure.

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Moure estuvo presente en casi todos los retratos que Díaz tomó. Eran muy amigos de Carlos Pizarro y un día Hernán citó al político del M-19 para hacerle un retrato. Cuando llegó, Pizarro preguntó “¿Cómo me pongo?” y Díaz le dijo “quítese la camisa”; en ese trajín Moure le pasó una corbata que había dejado Belisario Betancourt la semana pasada. Pizarro la agarró y simplemente se la puso.

PIZARRO

“En una ocasión estábamos los tres y los guardaespaldas de Carlos; le pregunté si le tenía miedo a la muerte y él, haciendo una expresión violenta y memorable, me respondió: Yo no lo tengo miedo a nada. En ese momento Hernán le hizo un retrato”, dice Rafael.

Su cómplice creativo, cuenta que Díaz tenía una especie de intimidad con sus personajes, una corriente entre la persona que retrataba y él. Toda su fotografía siempre fue muy alegre y buscaba la belleza de todo. “Camilo Torres era muy dulce, pero veía unas naguas y se volvía loco, él fue un bobo de haberse ido a que lo mataran”, confiesa sobre el mítico cura guerrillero, entre otras anécdotas que aún conserva en la memoria.

ALEJANDRO-OBREGON

En 2012 la Biblioteca Luis Ángel Arango adquirió una selección de mil imágenes, entre copias impresas y digitales, del archivo personal de Hernán Díaz que estarán expuestas de manera indefinida. Aquí podrán verse desde sus famosos retratos hasta las hojas de contactos: se trata de las fotos originales que muestran no solo la elección de Díaz a la hora de publicar una imagen en vez de otra, sino el encuadre y su localización frente al objeto escogido, el ritmo de captura de imágenes y el espacio. Si no conoce su obra o quiere volverla a ver y entender cómo miraba Hernán Díaz al mundo, este es un motivo más para venir a la BLAA.

RETRATOS

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