La Filarmónica de Bogotá nos abrió las puertas de uno de sus espacios más íntimos: los ensayos. Sudaderas, jeans, errores, repeticiones, risas y remiendos a las partituras fueron estrellas de una mañana en la que la espontaneidad borró el mito de esa solemnidad con la que a veces miramos a los intérpretes de música clásica. Escucharlos, es tomarse la música en serio sin importar el uniforme.