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Juan Uribe

Juan Uribe, ironía aurea

La obra de arte puede ser un gesto, una pregunta ingeniosa y un chiste, uno crudo, incisivo. Juan Uribe ha hecho carrera en el arte colombiano cuestionando el circuito con obras que se ríen del campo artístico, de los espacios de exhibición y de sí mismas. Aquí un perfil para acercarse a la obra de este agudo artista bogotano.

Dear viewer, 

This painting is something you could have done. 
But you didn’t. 

Your help is deeply appreciated.
Juan Uribe - Dear Viewer (2023)

El mundo del arte es una institución elitista, desdoblada en una pluralidad de ámbitos también elitistas. El arte está inextricablemente aunado al mercado, no ya desde la explosión capitalista de la segunda mitad del siglo XX como señala una paranoia vacía, sino desde de que Piero della Francesca pintara el retrato comisionado por la familia Montefeltro, sus mecenas. Quizás antes. El artista está inscrito en una serie de circuitos que validan, derogan o ignoran su ejercicio creativo: museos, galerías, ferias de arte, etc. El trabajo del bogotano Juan Uribe es un ejercicio plástico que se inscribe como una suerte de crítica institucional, entendiendo que él también es parte de un paradigma lejano a la concepción romántica del arte.

Durante su ejercicio creativo de más de una década, el artista bogotano se ha valido de una serie de herramientas teóricas, retóricas y contextuales para dar forma a un corpus extenso de obras que cuestionan la institucionalidad, que encuentran en los intersticios de dicha entidad las falacias y contradicciones que también la componen. Uribe ha aprendido las lecciones que el arte pop aportó hace más de medio siglo, interesándose por la desmantelación de la frontera entre la cultura de élite y la cultura popular. Reflexionando sobre las dinámicas dentro del mundo y el mercado del arte, Uribe se ha convertido en uno de los artistas contemporáneos más reconocibles del nuevo arte colombiano.

Primeros pasos, primeros trazos

Uribe terminó el colegio a principios del milenio y le comentó a su madre que quería ser maestro cervecero. Ella, abogada, lo invitó a empezar los estudios en el SENA antes de mandarlo a Bélgica o Alemania para poner a prueba su decisión. Finalmente se decantó por estudiar arte y se presentó a la Javeriana. “Pasé esa prueba para la universidad con vainas que no eran mías”, recuerda Uribe. “En mi colegio sí había arte, pero no era nada importante. Entonces presenté las fotos de la hija de una amiga de mi mamá que había hecho un curso de fotografía, obras varias de mi tía con unas fórmicas que tenían que ver un poco con el arte country. Una vaina toda variopinta. Todavía no entiendo cómo no se dieron cuenta”, reflexiona divertido. 

“Me di cuenta de que, después de que usted pasa esos primeros requisitos técnicos, era mejor tener algo que decir, o creer tener algo que decir, que cumplir la tarea o ser un artesano del oficio”, explica Uribe. Cuando tenía que presentar su tesis, en ese línea, el bogotano desplegó una serie de reflexiones teóricas y críticas para el requisito de grado. El artista jugaba con la idea de que, para poder recibir su título, tenía que probarle a la universidad que tenía el talento necesario para ser artista, definiendo el talento como la capacidad que tiene cualquier persona natural para hacer una obra de arte. Uribe decidió realizar una serie de contratos de compraventa que extendió a algunos de sus amigos con dos condiciones: probar que el contrato se ejecutó y que la persona con la que se suscribía dicho acuerdo afirmara que era talentosa.

Uribe tuvo que cumplir una serie de requisitos que, junto a su asesor, no había contemplado. Como jurado invitado, Lucas Ospina falló que la tesis no podía aceptarse, pues se requería de una muestra pública en la que se expusiera la obra. “Alquilé un local al lado de donde vivía, en las 127 con séptima”, añade. “Terminamos metiendo una caja fuerte, empotrándola en el muro, metiendo esos documentos dentro”. Ospina no estaba convencido: sí existía una paradoja, pues Uribe tenía en sus manos el talento de visionarios artistas de su generación, pero no terminaba de probar que era suyo. Al final, el jurado le sugirió meter más documentos, jugar con la misma línea burocrática y administrativa. Aceptaron que se graduara después de mandar una cantidad de cartas a la dirección del departamento, finalmente. 

Ya había un guiño a su producción futura en este gesto. 

Galerías, mercados, chismes y secretos

Beuys will be Beuys 
Juan Uribe - "I Don't Want No Retro Spective" (Made in China) (2023)

Antes de empezar a desarrollar su obra, Uribe trabajó en diversos espacios de circulación del arte, principalmente en galerías. Su relación con Steven Guberek le permitió trabajar en algunos de sus primeros proyectos, antes de que se estableciera SGR como galería. “Empecé a trabajar con ellos como un galerino, haciendo de todo. Después trabajé en LA Galería y en El Museo”, recuerda. Adicionalmente, por un período breve, Uribe asistió a un programa en Berlín en el Node Center for Curatorial Studies, espacio que sofisticó su entendimiento del mundo del arte. A su regreso, conforme avanzaba la gentrificación del barrio San Felipe, el artista inauguró Espacio KB con dos amigas de infancia. 

“Yo he trabajado en galerías y también en espacios independientes. Sí tuve un acceso a todo, veía la interconexión y la temporización de todos esos lados”, reflexiona el artista “He visto también cómo coleccionistas hablan mal de un lado o del otro, todo lo que pasa realmente detrás, cero glamour”. Así, Uribe fue lentamente llegando a un estilo característico que, partiendo del texto como imagen, construye frases irónicas, irreverentes y autocríticas sobre el mercado del arte, sus instituciones y sus agentes, entendiendo siempre que él hace parte de este mismo circuito.  

Este ejercicio plástico empezó como una casualidad.Steven [Guberek] fue a mi casa porque quería ver mi obra”, recuerda. “Yo había agarrado una resma de ese papel de impresión y escribí un montón de frases. Él los vio ahí y dijo que enmarcáramos eso. Me preguntó que porqué no los hacía en un mejor papel y le dije que me gustaba que el papel fuera de impresora, lo más bajo, ‘mire cómo se chupa las arrugas’ y él en su visión de galerista cogió unas diez, porque tenía como 50, en realidad de mamar gallo porque no tenía trabajo, no tenía nada. Las enmarcamos y las vendimos de una. Los dos dijimos ‘ya’. Y así fue”.

La retórica de la validación: los espacios del arte

Yo estudié arte para decorar el MAMBO
Juan Uribe - Los museos también lloran (y harto) (2023)

Fotografías: Gregorio Díaz
Fotografías: Gregorio Díaz

Cuando Uribe y Guberek enmarcaron las primeras máximas del artista entendieron que, utilizando también las narrativas de la historia del arte y la idea áurea de la obra, podrían impactar en el circuito. “Sí hay una potencia en el marco que le da cierta validación. Cuando usted se atreve a enmarcar algo que supuestamente no vale nada, ahí también hay un trabajo detrás y también hay un esfuerzo económico detrás. Porque si usted le está dando un marco a la pieza, es casi lo único que hegemoniza el valor y lo horizontaliza. Si la ponen al lado de otra obra, van a empezar a hablar de ambas y pueden pasar por lo mismo”, explica el artista. 

Hay una seriedad estricta en el ejercicio plástico del artista bogotano, pues hay un ejercicio crítico y reflexivo que señala e interpela a todos los compradores y participantes de un mercado. “Imagino que hay una seriedad suficiente para que algo dure 12 años. Para mí seriedad significa que más allá de lo que la gente ve, que puede ser un punchline o un chiste o un comentario ingenioso, hay una investigación de una certeza de cómo apela ese punchline a algunos momentos que se viven dentro de ese campo”, reflexiona el artista. “Hay una vaina muy loca en el mundo del arte en que, así se sepan esas dinámicas, se vuelve un asunto casi que hegeliano [eso] de que [el circuito] se termine convirtiendo en lo que desprecia o [en aquello de] lo que en verdad está hablando en contra. El mundo del arte es una cosa que me llama la atención, que me interesa saber cómo funciona, porque he sido un artista y sé lo que es ser un artista joven en la contemporaneidad viniendo del sur global”.

A propósito, dos de sus últimas muestras. Promediando el 2023, Uribe participó en las muestras del MAMBO con su obra Los museos también lloran (y harto), como parte de las celebraciones de los sesenta años de la institución. La participación abarca una serie de intervenciones colocadas en la carrera sexta y en las ventanas del Museo, las cuales establecen un diálogo directo con la colección, la institución, los artistas y las audiencias que contribuyen de alguna manera a la red de relaciones e interacciones relacionadas con el arte. Uribe vuelve a utilizar diagramas de Venn y representaciones de conjuntos en los ventanales del Museo para examinar su posición respecto al mercado y las instituciones culturales. Desde su “ironía cáustica”, Uribe evidencia desde el señalamiento las contradicciones, la superficialidad, la pobreza y las apariencias del mercado del arte.

Por otro lado, se encuentra su muestra recién finalizada en SGR Galería, "I Don't Want No Retro Spective" (Made in China). Financiada, gestionada y desarrollada durante dos años por el estudio El Cajón, un colectivo artístico con sede en Bogotá. En este espacio cercano a su trayectoria, Uribe presenta 400 camisetas pintadas a mano con frases de algunas de sus obras anteriores, colgadas en un ropero enorme. “Para verlas, y entender un poco el sentido del gesto, el espectador tiene que acercarse y tocar la obra, interactuar con la instalación”, explica el texto curatorial. En este gesto, se recoge una visión que cuestiona los límites de los espacios de exhibición y, a la vez, cómo estos validan el ejercicio del artista y su quehacer en una retórica mercantil en la que el arte es, de cualquier modo, un objeto sobre el que se puede especular y que denota el valor simbólico de un individuo en su sociedad. Es una muestra poderosa que también se presentará en Cali, Ahora, usted también puede tener una obra de Juan Uribe a precio de bagatela que puede combinar con un blazer de diseñador.

“Todo, al final, son decisiones estéticas que quieren representar una idea”, resume Uribe. “Si usted está dentro del arte y hay un simposio en el que está Claire Bishop con Boris Groys, dándose palo por qué significa esta vaina o si lo vemos en la feria La Madame y es la misma pieza. Al final el objeto no cambia”, reflexiona el artista. No es un gesto nuevo, pero es una decisión plástica consciente de dónde viene, de Duchamp con sus ready made a las producciones masivas de grabados que los artistas dibujan en el taller para que los artesanos las reproduzcan, ya sin la intervención de su creador, pero con su firma y su numeración para los coleccionistas que no pueden permitirse obras de “arte mayor”, conforme a las jerarquías de las piezas que responden a criterios de unicidad, materialidad y autenticidad. También podrían comprar una camiseta.

Art has been
- Canned Shit
-Blizzard Balls
-Air from Paris
-Shit Buns
-Polen
-Tattooed Pigs
-Cum

-Eloquence of Absence
-Spilled Paint
-Lists
-T-Shirts


Juan Uribe - "I Don't Want No Retro Spective" (Made in China) (2023)

En el guión de la muestra de SGR se insiste en su relación con el eslogan del mundo publicitario, diluyendo la pretenciosa línea que divide a las altas esferas culturales de la cultura masiva. “Funciona, más que como un eslogan, como un comentario. Porque a todos nos jodió el internet y ahora es así. El comment es breve, el comment es inmediato, es casi el nuevo eslogan”, reflexiona Uribe, para quien, además, es interesante ver cómo se puede viralizar este tipo de interacciones en redes, dejando de lado el concepto de autoría. Es un ejercicio que remite al Manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade o, en un sentido más radical, a las Inserciones en Circuitos Ideológicos de Ciro Meireles, en las que el artista, por ejemplo, utilizaba frases anticapitalistas escritas en botellas de Coca-Cola para que, unas vez fueran retornadas a la fábrica para ser reenvasadas, el líquido oscuro revelase los trazos blancos que criticaban el imperialismo yanqui.

Al final, su obra, es ejercicio de crítica institucional que, también, puede fungir como una crítica a este ejercicio. El sistema neoliberal inserta la diferencia en sus modelos, a través de herramientas retóricas peligrosas. Así, por ejemplo, las modelos plus size se han tomado las pasarelas de las principales casas de moda y han aparecido en las portadas de revistas como Vogue. Sin embargo, la inserción de estas mujeres en el mezquino mundo de la moda termina reduciéndolas a cuerpos que igual y pueden ser enunciados desde la categoría de lo bello, que es el principal objetivo de vender piezas producidas en Sri Lanka por dos dólares para ser vendidas en Milán a 500 euros: el aparente gesto subversivo desde la oficialidad solo ratifica su posibilidad de canonizar conceptos. Y abrir mercados. Ahora, no importa su talla, usted también puede vestirse a la manera parisina.

“Es chévere también que la gente se divierta, sea cercana o no al mundo del arte. Más allá del jua jua jua que pueda producir una frase como ‘Estudié Arte para decorar tus postales artísticas o tu personalidad de mierda’, lo interesante es que se quede en la cabeza de quien lo ve”, reflexiona el artista. “Qué nota que quede más allá de eso y ser como un puente, un canal de comunicación empático para acceder a un mundo un poco más secreto, que igual no tiene nada, que igual está hecho para todo el mundo y realmente si existe ahí es por la gente que lo va a ver. Por la gente que lo hace”. La decisión formal igual juega con la noción de la individualidad del artista, pues las frases de sus piezas se representan con su puño y letra, tomando la pintura directamente del tubo para que esa pastosidad ratifique su carácter de pintura a través de la materialidad de la obra y una serie de nociones que todos tenemos en la cabeza sobre lo que es, o no, arte.

Algunas de las obras de Uribe sirven, desde la obviedad, para enunciar un problema evidente. Y funcionan desde ese lugar retórico. Otras simplemente son chistosas, un guiño de inserción que recuerda la pregunta de “¿Cómo no se dieron cuenta?” que aún no ha resuelto el artista sobre el ingreso a la universidad. Otras, con el paso del tiempo, se han vuelto más relevantes con los años, casi en un sentido profético. Tantas más han perdido el sentido a fuerza de la saturación cultural, por lo que cobran una nueva validez desde la ratificación. Es un ejercicio plástico que funciona en el nivel que el espectador le quiera dar. Es un comentario, pero también un comment sobre una cuestión no resuelta, sobre un mundo siempre cambiante que es, esencialmente, siempre el mismo.

Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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