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Canciones tristes para conjurar la tristeza

Canciones tristes para conjurar la tristeza

Ilustración

Ante la tristeza, algunos huyen hacia el perreo y se sacuden las lágrimas, pero otros prefieren cantar a grito herido estrofas lloronas. La melómana autora de este artículo habla con especialistas –y con melancólicos– sobre el efecto que las canciones tristes tienen en nosotros.

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Hace tres años encontré en la música triste un espacio seguro para vivir una emoción de la que huía con frecuencia. La tristeza es incómoda, no nos permite habitar el mundo sin sentirnos ajenos a él. Sin embargo, a lo largo de estos años he sentido que esas canciones me permiten experimentar la tristeza más de cerca, como si me dieran permiso de llorar sin sentimiento de culpa.

Sentirse bien cuando escuchamos música triste puede sonar contradictorio. ¿Por qué disfruto esta canción y la sensación que viene con ella? Antes me había acercado a esas preguntas desde el sentir, desde la experiencia íntima con los audífonos puestos. Pero esta vez la búsqueda de una respuesta más completa me ha llevado a escuchar otras voces: hablé con un neurólogo y con un neuropsicólogo para tener una idea más clara de lo que pasa dentro de mí cuando escucho esta música; con una productora musical, para conocer los ingredientes de esa receta sonora y emocional; y con otras personas que, al igual que yo, encuentran en algunas de estas canciones un medio para conjurar aquello sobre lo que tratan.

Según Leonardo Palacios, neurólogo adscrito a Colsanitas y profesor de neurología en la Universidad del Rosario, “las canciones tienen el poder de la evocación y el poder del recuerdo. La música nos mueve porque sentimos un alivio emocional sobre todo cuando lloramos, porque el llanto genera endorfinas que nos ayudan a modular el dolor y nos hacen sentir bien. Llorar implica una transición de emociones negativas, como la angustia y la irritabilidad, hacia una emoción positiva como la calma”. 

No funciona del mismo modo para todos. Los gustos musicales varían ampliamente de una persona a otra, también lo que cada uno considera que es una canción triste, la forma de relacionarse con ese sentimiento e incluso la definición misma. 

Empecemos por lo último: ¿qué es la tristeza? La conocemos bien, todos la hemos experimentado alguna vez en mayor o menor grado y hemos visto a familiares o amigos que la están viviendo; tenemos una intuición clara de que se trata de ella cuando la sentimos, pero quizá no nos hemos detenido a poner en palabras qué significa.  

Darío Jácome, neuropsicólogo y docente en Unisanitas, define la tristeza y la diferencia de otras emociones y estados similares o que la abarcan. “La tristeza es un estado en el cual el individuo tiene la percepción de que no cuenta con variables que lo motiven a moverse, que lo motiven en sí, y que genera una disminución de su corporalidad, de su tono mental y su tono afectivo. Por otro lado, la depresión es un trastorno que conlleva una sensación constante de tristeza y desmotivación, hasta el punto que la persona no puede levantarse de la cama. La melancolía es un estado de depresión que involucra pensamientos de desesperanza constante”, afirma Jácome.

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El duelo

Todos estamos expuestos a experiencias que pueden generar distintos grados de tristeza o ser detonantes de procesos depresivos; el duelo es una de las más comunes. En el duelo, la tristeza despliega todos sus matices, es posible caer en largos periodos de depresión, experimentar melancolía sobre lo que hubiera sido y no fue. Jácome explica el duelo como “un proceso psicológico y psicosocial ante una pérdida significativa del individuo, que además es subjetiva. Las canciones adquieren un significado tras sucesos que las enmarcan y en ocasiones pueden alivianar momentos tan difíciles como la pérdida de un ser amado”. 

Así lo vivió Mauricio un par de meses atrás: “Been traveling these wide roads for so long, my heart’s been far from you ten-thousand miles gone” (He estado viajando por estos amplios caminos durante tanto tiempo, mi corazón ha estado diez mil millas lejos de ti), con esas palabras inicia “River”, la canción de Leon Bridges que Mauricio abrazó tras la pérdida de su padre y que le ayudó a transitar el dolor. 

“Es una canción que tiene un corte religioso para el compositor, pero al referirse a dios como la figura de padre, él establece una distancia entre quien la interpreta y a quien la dirige, y creo que por ahí empieza a conectarse con mi relación con mi papá. No haber tenido una conexión emocional con él desde antes no es algo chévere, me genera arrepentimiento. Pero al escuchar la canción, esa emoción negativa, dispuesta bellamente, hace que me sienta un poquito mejor aunque me remueva la tristeza”, afirma Mao. 

En un espectro sonoro muy distinto, uno de los grandes clásicos musicales dedicados al duelo es la conmovedora balada “Amor eterno”, compuesta por El Divo de Juárez, Juan Gabriel, y dedicada a su madre. La interpretación más famosa de esta canción es la que hizo su gran amiga Rocío Durcal en el Palacio de Bellas Artes de México, en 1990. ¿Quién no ha cantado como propias esas líneas “Tú eres el amor del cual yo tengo el más triste recuerdo de Acapulco”, aunque nunca haya estado en Acapulco? Ese “amor eterno e inolvidable” es todos y ninguno: no lloramos por la mamá de Juan Gabriel, lloramos ante el espejo en el cual vemos reflejada nuestra pérdida. No es gratuito que la expresión “A grito herido” parezca inseparable de todo un género para planchar y llorar. 

El espejo

Precisamente a esto se refiere el neurólogo Leonardo Palacios cuando dice que las canciones tristes nos generan una sensación de bienestar porque las sentimos muy cercanas a nosotros, idea que puede definirse como el efecto espejo en las emociones. Pasa que en ocasiones nos preguntamos si el otro se parece a mí o vive lo mismo que yo. “esto ocurre porque tenemos unas neuronas que se llaman espejo o especulares, las cuales hacen que nos reflejemos en el otro y empecemos a sentir parte de lo que ese otro está sintiendo”.

Ver y sentir de cerca a quién escribe las canciones refuerza las sensaciones  que vienen con ellas. Hace cuatro años en un concierto del cantautor uruguayo Jorge Drexler, sé que muchos lloramos cuando cantó “Despedir a los glaciares”, una canción sobre dejar ir y a la vez guardar lo que nos une al otro aunque ya no esté. “El tiempo que todo lo cura, también todo lo derrite y vuelve de nuevo el hielo como un pulso que se repite y cuando el momento llegue honremos nuestras heridas, celebremos la belleza que se aleja hacia otras vidas y aunque la pena nos hiera que no nos desampare”. Cantar, llorar, dejar ir y quedarse solo.

La soledad

La relación con la soledad y el silencio suele ser compleja en tiempos de virtualidad y lo sentimos especialmente durante los meses más duros de aislamiento al inicio de la pandemia. Aprender a estar consigo mismo es un proceso enriquecedor, pero la experiencia de la soledad no es igual de llevadera para todos: pasar una cuarentena encerrado entre cuatro paredes o mudarse a una nueva ciudad puede movernos profundamente.

En mi caso, el álbum Trouble Will Find Me, de la banda de indie rock neoyorquina The National, es el refugio en el que hallé compañía, donde sentí a través de palabras ajenas que mis emociones son válidas, incluso aquellas que me hacen sentir rota, vacía. La letra de la canción “Slipped” me lo recuerda y me alivia: “I don't need any help to be breakable, believe me I know nobody else who can laugh along to any kind of joke. I won't need any help to be lonely when you leave me”. (No necesito ayuda para ser frágil, créeme. No conozco a nadie más que pueda reírse de mis chistes. No necesitaré ayuda para estar solo cuando me dejes.)

Mientras algunos usamos las canciones para zambullirnos en nuestra sensación de soledad y abrazarla como propia, otros buscan voces que les transporten a horizontes más apacibles, formas de llorar desde el anhelo.  Cuando Paula tuvo que mudarse de Bogotá a Medellín, su vida cambió radicalmente. Mientras se adaptaba, antes de emocionarse ante la novedad, se sintió muy sola y desubicada; durante ese tiempo recuerda una canción que la hacía sentir mejor: “The Edge of Glory” de Lady Gaga. “En la adolescencia eso era algo que yo anhelaba, tener un primer romance. Y siempre andaba tan triste y sin amigos que las canciones y en particular esta me daba energía, me hacía pensar que mi vida podría ser diferente a lo que era en ese entonces”.

La plantación

Existen canciones para estar triste y géneros para espantar la tristeza, como el blues. Originario de Misisipi, este género está directamente vinculado con la melancolía, tristeza y la depresión de las comunidades negras a causa de la segregación racial. Cantar para aliviarse y liberarse. La expresión “I’ve got the blues” se comenzó a utilizar durante aquella época para decir “Estoy triste”.

A las letras conmovedoras del blues las acompañan interpretaciones con un ritmo repetitivo junto a estrofas que conversan con el sonido de la guitarra, la armónica y la voz. Dentro de los artistas más populares e importantes está Robert Johnson El recordado cantante, compositor y guitarrista a quien suele recordársele como uno de los primeros artistas miembros del club de los 27 y a quien se le atribuye haber "vendido su alma al diablo" para ser recordado como el mejor bluesman de la historia.

Entre las composiciones de Johnson, “Love In Vain” se considera como la canción más triste del blues. When the train, it left the station, with two lights on behind. Well, the blue light was my blues, And the red light was my mind, All my love’s in vain. (Cuando el tren, dejó la estación, con dos luces atrás. Bueno, la luz azul fue mi tristeza, y la luz roja fue mi mente. Todo mi amor fue en vano). Canción sobre un amor no correspondido y una despedida en la estación del tren. 

La receta sonora

No todo depende de la letra. A veces las canciones tristes solo necesitan melodías y ritmos que evoquen esa emoción. Según el episodio “La música” de la serie documental En pocas palabras, hay canciones que usan una misma línea de bajo que desciende la escala menor para acentuar la tristeza en la composición. Su origen se remite al “Lamento Della Ninfa”, compuesta por Claudio Monteverdi en el siglo XVII, y desde entonces los compositores la han usado para darle vida a canciones como “Hit The Road Jack!”, de Ray Charles, 1961; The House of the Rising Sun”, de Bob Dylan, 1962, “Feeling Good”, de Nina Simone, 1965; y “While My Guitar Gently Weeps”, de The Beatles, 1968. 

Según Ivanna Palacio, productora musical y voz en la banda bogotana Encarta 98, “los acordes menores son tristes y cada tonalidad representa una emoción diferente. Por ejemplo, Do menor simboliza la muerte, así que se usa para marchas fúnebres”, esto puede identificarse de forma clara en la Sinfonía Número 3 “Heroica”, II Marcia Fúnebre, de Beethoven. 

No se trata de una receta infalible diseñada en un laboratorio para someter al llanto a los sujetos de un experimento social. Las canciones tristes son creaciones artísticas a través de las cuales alguien nos comunica una sensibilidad con la cual conectamos. Así lo ve Ivanna en su faceta de compositora: “Es algo muy natural, siento que resuena conmigo y con lo que estoy sintiendo en ese momento. Voy ajustando la letra con un sonido que represente lo que estoy sintiendo. Lo lindo es que muchas personas logran empatizar y creo que por eso pueden abrirse y llorar con la música de uno”.

La última lágrima

Escribir e interpretar canciones tristes no tiene una fórmula específica, muchas veces lo necesario es entender la emoción y encontrar el canal que mejor pueda representarla. Por eso es que para que las canciones lleguen a nuestros oídos y se instalen en nuestro corazón, tuvieron primero que habitar en el de otro. 

La música nos mantiene cerca, nos une de maneras tan simples que al tiempo se hacen poderosas. A veces una canción suena como un llanto colectivo y pareciera también un abrazo. En momentos en los que nos sentimos lejos del mundo, la música puede acercarnos a nosotros mismos, y la sensación de “No estamos solos” se intensifica tras las canciones en las que nos encontramos. 

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